Ella
deja el portátil sobre la mesa. Antes
había abandonado el libro, que estaba leyendo sobre su regazo. Hace viento y la
noche es oscura. Ella tiene sueños, también esperanza y muchos deseos…
La
palmera agita sus alas, con forma de peine.
El perro
del vecino ha ladrado, quizá avisando; como cuando alguien pasa por su acera.
Ella
escucha una silenciosa voz que la llama por su nombre. Se dirige a la
habitación. Antes, abre la puerta.
En el
camino, recuerda su infancia y su juventud, silenciosas las dos.
Se
llama Alba, como el inicio del día, cuando aparece la luz.
Desde
muy pequeña fue una soñadora. Leía mucho; como sucede en los pueblos sin
horizontes.
A los
trece años comenzó a trabajar en una farmacia y sabía hacer medicamentos,
cremas y hasta potingues.
Un
boticario amigo le pasó una fórmula magistral de conjuros, para crear
realidades. Aprendió todo cuanto le enseñaron y creyó ser feliz. Hasta que
a los diecinueve años, todavía flor, un
hombre la desposó y sólo le trajo miedos, daños e infelicidad.
Un día
cualquiera, huyó de él. Tres hijas, con tres maletas en su haber. Ha necesitado
años y años para borrar su imagen y la marca que le dejó.
Creó un
nuevo lugar donde vivir y ser feliz; un ambiente donde hacer realidad sus
sueños. En tierra cercana al mal. Creó su vida, y quiso tener un hombre que de
verdad la amara.
Recordó
las fórmulas que, en el laboratorio secreto de la farmacia, aprendió Y creó un
hombre, sería su obra final.
Antes
había dicho no a cuantos extraños la pretendieron. Sólo buscaban su propia
felicidad egoísta. No pensaban en ella.
Y ahora
su hombre la ama. Es elegante y maduro. Se llama Juan, un hombre serio. Viste
trajes color cedro, siempre con un clavel rojo y blanco, sobre la solapa.
Desde
entonces, vive sola en una casa, algo apartada, a las afueras del pueblo.
Alba,
ahora, trabaja por las mañanas en una joyería. Las clientas, amigas y su propia
familia, creen que tiene un amante.
Quizás
porque, recientemente, ha vuelto el brillo a sus ojos.
Está
bella, con su media melena de color caoba. Se muestra muy vital y alegre. Su
cuerpo tiene magia, libertad. Es brisa que hace balancear, en la orilla del
arrollo, el cañaveral.
Por
fin, ha triunfado a sus cincuenta años. Muchos las ven como a una diosa. Una
diosa creadora de realidades nuevas. No le importan ni las miradas ni los
rumores. Ella es como la luz; es todo
alegría. Se la ha visto danzar desnuda ante la luna llena, para alegrar su
soledad.
Cosecha
miradas, rumores….pero ella, en su mundo, es feliz. Le hacen preguntas, pero
ella no responde. Sonríe. Las mujeres
más cercanas sospechan que tiene un amante que no habita en el pueblo, de eso
están seguras. Pero nadie lo ha visto entrar ni salir.
¿Habrá
hombres tan distantes y tan poco exigentes?, se preguntan las vecinas.
Llegando
a la habitación siente el calor de una mano que la agarra por la cintura
tiernamente. Su roce hace que vibre su ser. La lleva a la cama, el santuario de
los dos. Ella abrió una ventana, probó de la manzana y se despertó la ilusión.
Alba se
tumba. Palpa las sabanas blancas, siente
picazón en el vientre; le invade una extraña felicidad. Unos labios dulces se
posan en sus pechos. Sus pezones erectos al tacto de él, reclaman sus labios.
Brazos
que la abrazan. Es su amante que ha venido con la luna alta de la noche.
Viene
desde muy lejos y siempre a petición de sus deseos. Es el amante que la abre al
amor, a la locura. Ella creó este hombre con su fórmula mágica secreta.
Es su
hombre, su amante. Y él la ama locamente. Sólo tiene besos para sus labios.
Besos apretados que no quieren despearse. Salivas que se mezclan en sabores a miel y canela.
Y viene, como siempre, con un clavel rojo y
blanco sobre la solapa. Su americana con coderas de pana.
Cuando
lo recibe, ella no desearía saliera de su alcoba, de su alma, ni de su cuerpo
abrasador. La transporta a otras dimensiones. El gozo con Juan es pleno, es
real.
Más
tarde, cuando llega la mañana, con los primeros vuelos de los pájaros, él
desaparece.
Pero
ahora lo tiene a su lado, bebiendo de su aliento. Es su macho que la lleva a
una pasión desatada.
Es bien
de noche, la luna está muy alta, muy clara. Luna llena. Entra un reflejo por la
ventana. Se le salta el corazón al oler su piel. Cierra los ojos.
Una
mano cálida llena el hueco que hay entre sus turgentes senos y siente una
enorme presión en su pecho. Se pega a su lado. El vientre de su amante está contra
sus redondeadas nalgas. Lo quiere dentro de ella. Necesita que su miembro viril
juegue dentro de su cueva.
Al
tacto unido de sus sexos crece el calor en los dos cuerpos. Juan la mira, ella
sigue con los ojos cerrados. No quiere espantar la realidad que está
viviendo. Le besa el cuello. Le acaricia
el pelo. Ella murmura, sin hablar.
Se siente
deseada con su amante al lado. No necesita más. No hace preguntas. Nunca las
hace ¿Para qué saber?
Juan
espera los suspiros de Alba, es la aprobación, la señal. Adentra sus dedos en
la entrepierna de ella y ….¡oh!, se estremece ante la humedad que los encharca.
Sabe
que es el momento de penetrarla. Ella lo está deseando...
Y de
pronto tiene la sensación de ser otra, descubre su nuevo espacio de aguas y jardines.
De aromáticas flores silvestres. De mariposas que revolotean por su cuerpo.
Se ha
convertido, de nuevo, en un manantial rebosante de placeres. Él rodea con sus
brazos su cadera ancha, mientras la penetra. Suspiros y gemidos inunda la
alcoba. Aprieta fuerte contra su vientre. Alba ha despertado a la nueva
claridad que ha invadido su alcoba.
Se
siente liberada de sus miedos pasados, de sus maltratos de joven esposa. Ahora
es libre, es feliz y se siente deseada.
La pone
boca arriba, le muerde los pezones, luego roces en la boca. Son fuertes besos
para su diosa. Así se siente Alba. Un deseo que devora su entraña de mujer.
Ya es
medianoche. Siente un calor de verano, lujurioso. La ventana sigue abierta y la
luna es testigo. La palmera de la terraza
vierte nuevas figuras sobre las paredes de la alcoba.
Alba
siente el gozo sexual y se lleva de vida
con la respiración de su amante. Se
siente dichosa. Está extasiada de pasión. El juega con el pelo en sus manos. Le
besa la frente, la punta de los dedos y la nariz. Siente la boca de él buscar su aliento dulce.
Alba, a
través del pecho de Juan, percibe el olor del mar cercano que golpea
intensamente las rocas. Vienen recuerdos de su infancia.
Se
adentra en lo más ardiente de mi cuerpo. Llevo tiempo esperándote. Juan la está
embistiendo intensamente. Me ha traído su sexo, su calor. Se aprieta a sus
genitales más y más…. Mi corazón estalla. Me hago suya y él se hace mío.
El
calor sube, como sube la marea que inunda la playa de espumas blancas. Las
figuras de la palmera en la pared se bañan de luna. La claridad del plenilunio
las hace desvanecer. Se evaporan como se evapora la realidad de toda la casa. Todo
es brillo.
Todo su
cuerpo está inundado de luz, en sus grietas vaginales y en sus colinas
pectorales. Es la luz del plenilunio. Es fuego. La realidad es fuego. Juan es
una burbuja luminosa que ha inundado su vientre, su mente, su sexo abierto. La
enciende, arde, la quema.
De su
corazón sale un chorro de luz plateada que la arrastra y la transporta. Hay
olor a tierra húmeda.
Alba se
palpa la entrepierna, chorrea de fluidos ardientes. Siente en sus mejillas
rojas el sabor a cercanía de su amante, a los labios gruesos de él contra los
suyos húmedos que la besan apasionadamente.
Ella lo
siente dentro, al lado o fuera. Su amante la ha inundado toda, como el mar
inunda las marismas en la pleamar. Quiere mirarlo. El mundo le sabe a miel,
cuando escucha sus gemidos.
No te
vayas aún….susurra ella. Y abre los ojos…
Le
escuecen de tanta luz, ve borroso. Está
ante un paisaje marino que avanza por sus entrañas, algas, caballitos,
delfines, corales, estrellas de mar…
De
nuevo está sola. Se levanta. Va al baño, se lava los ojos y, vuelve a la
alcoba. En el pasillo, revoloteando como pájaros, parece ver una bandada de
pétalos rojos y blancos de clavel. Juan ha estado aquí, piensa, mientras vuelve
a la cama. Está feliz.
Se
lleva la mano a la nariz y la huele. El aroma a canela dulzona le dice que él
estuvo entre sus brazos y que se amaron bajo el influjo de la luna llena. La dejó pletórica, extasiada y relajada.
La
mañana le trae un nuevo sol. Los pájaros comienzan el día con trinos. La luna
se ha dormido, pero volverá de nuevo cuando Alba lo reclame. Sale de casa y a su paso aúllan las piedras;
suspiran por ese olor a canela que desprende.